En la pasada manifestación del 4 de Noviembre en Madrid, en la que el colectivo motero tomó de forma pacífica las calles de Madrid para reivindicar un aumento de la seguridad, señalando directamente a los guardarraíles, que tanto daño han hecho, se leyó al final un estremecedor testimonio.
No es lo mismo hablar de cifras que de personas. No es lo mismo decir «el fin de semana pasado murió un motorista contra un guardarraíl» que «Pedro perdió el control de la moto y se estrelló contra un guardarraíl. El impacto le segó la vida y la de su novia, la de sus padres, la de sus amigos, la de los hijos que nunca nacerán, la de sus compañeros de trabajo…».
Detrás de cada muerto, lesionado de gravedad o accidentado, hay detrás una historia. No estoy descubriendo precisamente la pólvora con estas palabras, pero si los responsables, los que pueden actuar, conociesen historias desgarradoras como la que pondré a continuación, empezarían a pensar un poco en actuar. Si sólo se habla de cifras, no van más allá.
A continuación, la carta de Virginia:
«¿Cuántos muertos hacen falta?
Leo llena de rabia e impotencia en el periódico del domingo y del lunes las noticias de las muertes de Martín e Isidro con sus motos contra los malditos guardarraíles, y la opinión de Fernando Sanz (con la cual estoy de acuerdo totalmente), y no puedo reprimir las lágrimas. ¿Por qué? Porque yo, el 11 de diciembre pasado perdí a Jesús, el amor de mi vida, de la misma manera.
Se cayó con su moto y un maldito guardarraíl asesino le mató en el acto y acabó con su maravillosa vida con sólo 33 años… y acabó con nuestros planes de pareja y todos nuestros proyectos e ilusiones. Acabó con nuestro amor, porque aunque yo vaya a estar enamorada de él toda la vida, no lo tengo a mi lado… y eso hay que vivirlo para saber lo que es.
Y hay un padre y una madre que nunca más podrán disfrutar de ese hijo y de las alegrías que les iba a dar (entre otras cosas, ya no podemos hacerles abuelos). Y hay tres hermanos que toda la vida han sido cuatro y ahora son sólo tres (y eso es como cuando a una silla le falta una pata y cojea). Y hay toda una inmensa familia que nunca más verá a su primo, su sobrino, su tío, su ahijado, su nieto, su cuñado, su yerno. Y una empresa que sin él no tiene el mismo sentido, tiene la pena de sus compañeros: su padre, su cuñado y Ramón.
Y hay una cuadrilla de amigos maravillosos que ya no somos 20, somos 19 (yo soy la impar) con mil historias vividas, y las que quedaban por vivir, que ya no pueden ni tomarse una caña con él, ni reírse con él y disfrutar de la vida como lo han hecho hasta ahora. Y cuento todo esto porque yo le prometí a Jesús que iba a hacer todo lo que pudiese por conseguir que se cambiasen los malditos guardarraíles asesinos, porque él es el seis mil y pico muerto por ese motivo, Martín e Isidro son también el seis mil y no sé cuánto y no hay derecho.
¡Ya está bien! No son números, son personas. Y pierden su vida, y sus familias y amigos pierden parte de su vida con ellos (yo, personalmente, ya no tengo mi vida tan feliz, tengo una vida rara que no sé cuánto durará). Por eso me pregunto: ¿cuántos muertos más le hacen falta a la Administración y sus responsables para evitar esta auténtica sangría? Y esto sin contar los 5.000 y pico amputados y a los ciclistas, de los cuales no tengo cifras pero sé que son muchos. Yo me he movilizado porque no me da la gana de que nadie pase por esto (tengo ya 1.000 firmas, pero hace falta que la gente se conciencie). Todas mis fuerzas para las familias de Martín e Isidro y, si queréis uniros a mi lucha, tenéis todo mi apoyo.»
Si indagásemos, podríamos encontrar miles de historias como la suya, todas reales, todas con escenas de dolor y vidas que nunca volverán a ser las mismas. ¿Cuánto cuesta arreglar la seguridad de los motoristas y ciclistas, que son los más perjudicados? Seguro que es menor al del coste humano incuantificable y en definitiva, al incalculable coste que supone para el Estado que muera un ciudadano en la flor de la vida. Si es cuestión de dinero, que lo aporten, todos sabemos que cuentan con él. Lo pagamos todos.
Espero que la manifestación surta efecto y que ponga en marcha los mecanismos necesarios para evitar más desgracias. Mientras no se haga nada, habrá que seguir echando flores en las cunetas y lamentando pérdidas humanas irremplazables.
Todos debemos seguir teniendo cuidado con los conductores de 2 ruedas, su carrocería es su cuerpo. Lo que en un coche puede ser un susto, para un motorista puede ser su condena a muerte. No olvides leer «Mire, mire, después mire de nuevo».
Saludos moteros.
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Mi agradecimiento especial a Carlos, gracias a él conocí la existencia de la carta.
Fotos de la manifestación sacadas de Vallamoto
«Todos debemos seguir teniendo cuidado con los conductores de 2 ruedas, su carrocería es su cuerpo. Lo que en un coche puede ser un susto, para un motorista puede ser su condena a muerte.»
Y tanto que sí, con los motoristas y ciclistas hay que tener el doble de cuidado.
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