No sabía de la afición de mi padre por coleccionar coches. Era algo a lo que había sido ajeno durante 25 años, hasta que entré en la parcela de su casa. Había coches variados, más bien normalitos, casi todos de los 80 o 90, de los que se habría comprado cualquiera. Véase un Ford Fiesta del 93 o un Citroën XM. Pero el último de ellos me llamó la atención.
Era un ejemplar precioso de Ford Mustang, concretamente un Shelby GT500 en color negro. Era un fastback de 1967, de los que más me gustan. En su lateral la puerta lucía unas letras en color dorado, bordeadas de un tono más claro, que rezaban «GT500». Y para colmo, montaba las llantas de época de American Racing, era un espectáculo ante mis ojos.
Le pregunté si aquello arrancaba, y me dijo que sí. Con la ilusión de un niño pequeño me metí dentro y giré la llave del contacto. Es un motor viejo, así que le di una ayudita con el acelerador. En un par de segundos empezaron a rugir esos ocho cilindros en V alimentados por carburadores… ¡Qué bien sonaba eso! Su ralentí era embriagador, metálico, armónico, no me cansaría de escucharlo.
Estaba decidido a salir a dar una vuelta en esa maravilla clásica, pero había que abrir la puerta de la parcela para sacar el coche. Cerca se hallaba un amigo, que no entendía cómo podía gustarme tanto. Mi amigo es un poco analfabeto en cuestión de coches, no conseguía hacerle llegar la idea de que ese coche era algo supremo, una joya… Pero no lo veíamos con los mismos ojos.
Entonces desperté, el despertador fue implacable. Antes de estar completamente despierto, me esforcé en recordar los detalles para pasar información de la parte subconsciente a la consciente y así evitar perder el sueño en las profundidades inexploradas de mi mente. Ahora mismo, lo estoy guardando para la posteridad. Es una pena, pero mi padre no posee tal colección, sólo existió en mi sueño.
Me pareció muy curiosa la forma en la que ese sueño se gestó en mi cabeza. A lo largo del día anterior había oído algo sobre mi padre, me acordé de mi primer artículo en Motorpasión (que versa sobre un Mustang muy parecido al del sueño) y ahora que pienso en ello, el motor del coche sonaba igual que los de los aviones C-47 de una serie que me estoy viendo otra vez estos días, Hermanos de Sangre.
Juntemos todos esos retales en mi memoria, lo juntamos con cansancio y lo pasamos por la batidora, y ese ha sido el resultado. Ahora ya puedo decir que el GT500 de 1967 es uno de los coches de mis sueños, aunque tengo vanas esperanzas de poder hacerme un día con uno. Hay tantos que querría tener en mi garaje…
Ferrari Testarossa (1984), Ford Mustang fastback (1967), DeLorean DMC-12 (1982), Pontiac Firebird TransAm (1981), Toyota AE86 (1983) y Supra (1990), BMW M5 (2002), SEAT León FR (2004)… en fin, que soñar es gratis y mañana tengo que levantarme a seguir escribiendo.
Empieza a preocuparme el hecho de no desconectar de los coches incluso cuando duermo, igual me lo hago ver… igual no, que no estoy nada mal así.
Fotografía: A life about transition
Para más info, haz click aquí 😛
Fantástico blog.
¡enhorabuena!
Buena serie hermanos de sangre!
Porque JAMÁS podemos «consumar» nuestros más deseados sueños????
Es muy frustrante…
Yo tuve un sueño parecido con mi padre y un audi quattro…en fin, es un mundo muy complejo (el de los sueño me refiero xD)
Por cierto javier he empezado el blog que te comente, no es nada serio pero espero escribir un par de entradas al dia los dias que pueda si lo miras y me aconsejas alguna cosilla te lo agradeceria, un saludo
El problema que te comentaba ayer de que no terminaba de cargar la página está solucionado. Gran post, yo aveces también sueño con el Mustang fastback del 67, sueño que me llega el dinero para la gasolina y que lo conduzco por una larga recta americana mientras una rubia… (y hasta ahí puedo leer). xD
Saludos y no dejes este blog.
¡Qué no se entere SandMan, que se convertirá en tu Freddy Krueger personal!!!!!