De todas las cosas que estoy estudiando en Periodismo en la Universidad, hay una asignatura muy interesante en la que se estudia la historia de la prensa en España (Periodismo y cambio social), considerando el contexto en el que se movía. Dicen que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, y hay cosas que ya llevan tiempo inventadas.
El mayor valor que puede tener un periodista, en mi humilde opinión, es la independencia y la credibilidad. Lo mismo se puede decir de un medio de comunicación, sin credibilidad, mal vamos. Y la independencia a veces está secuestrada por quién pone la pasta, quién hace posible que el engranaje siga funcionando.
No hay que irse muy lejos para ver ejemplos. Se supone que crucificaron a Pedro J. Ramírez en El Mundo porque a base de tocar las narices al Gobierno, el periódico perdió publicidad institucional y decidieron colocar a Casimiro G. Abadillo, que es menos incómodo. ¿Cierto? Pues ya pasaba en el Siglo XIX con los medios ligados a liberales/conservadores o progresistas. El que pone la pasta, maneja las tintas también.
Tal día como hoy hace 25 años nació «un nuevo diario para una nueva generación de lectores». Fue hermoso hasta que el poder me separó de él.
— Pedro J. Ramirez (@pedroj_ramirez) octubre 23, 2014
En el momento en que un periodista tiene que cambiar algo que ha escrito para contentar a un accionista (o no cabrearle), o peor, un anunciante de importancia, la hemos jo**do. Toco madera, es algo que no me ha pasado en mi vida profesional: tener que elegir entre mi puesto de trabajo o mi conciencia.
Hay medios de comunicación tradicionales con sombras de sospecha, y me da igual de qué temática estemos hablando, no estoy particularizando. Luego cuando se ven las cifras de difusión y ventas bajando y bajando, muchos se llevan las manos a la cabeza sin hacer un análisis crítico. ¿Por qué los lectores están dando la espalda al medio X? ¿Por no tener para comprar o por haber perdido la fe en el medio X?
Creo que habría que plantearse un poco en qué forma se financian los medios. Lo ideal sería que la única financiación viniese de los lectores, y que la publicidad fuese algo secundario. Pero es un poco idealista. Solo hay que ver qué pasó cuando falleció Emilio Botín, cuyo Banco Santander es un anunciante importantísimo para la prensa española. Le rindió pleitesía hasta el apuntador. Lo mismo con el ilustre difunto que comandó El Corte Inglés, Isidoro Álvarez. Adivinad los motivos.
Sé que es muy cómodo lo del «todo gratis» y que la prensa viva del aire. La caída del mercado de la publicidad hace que algunos medios estén pillados literalmente por las pelotas, y eso pone en peligro la independencia. No podemos pretender tener prensa de calidad exclusivamente mediante financiación publicitaria, al menos no ahora. Conviene recordarlo de vez en cuando, la calidad tiene un coste. ¿Estamos dispuestos a sufragarlo?
El mundo de Internet es un poco distinto, sí, pero ciertos contenidos no tienen sentido solo a base de publicidad, a menos que se esté muy bien situado. Me viene a la cabeza la polémica por el canal Drive de Youtube, algo que explicó muy bien Guillermo Alfonsín en un artículo para Autoblog. Da que pensar. ¿Qué os parece?
Fotografía: Kamyar Adl (Flickr)
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