Últimamente este ser es un personaje de actualidad. El nuevo director de El Mundo lo mandó a la calle porque sus columnas de opinión eran basura, y en menos de una semana, lo ficha ABC. En este momento siento náuseas, y luego me vendrán las ganas de vomitar. Había sido feliz en la ignorancia de no haber leído todas sus burradas, pero en los últimos días, me he empachado con diversos recopileitors de su incontinencia verbal.
Tuve la desgracia de toparme con una de sus columnas en septiembre de 2013, con una de las suaves, la de que quería ser pobre. En ese momento desconocía quién era ese columnista, y al terminar de leer su texto me dieron ganas irrefrenables de contactar con el periódico y expresarles mi repulsa a semejante montón de estiércol en bella tipografía romana.
Pero después de leer sus «grandes éxitos», me he llegado a preguntar, ¿cómo puede ser que este menda sea periodista? Me ha reconfortado leer que no terminó la carrera, sería un insulto para todos los que estudiamos o hemos estudiado periodismo, pero lo grave es que lo ejerce. Más grave aún, es que le pagan por escribir mierda. Y para colmo, que después del acto de justicia poética de echarle, no le ha dado tiempo ni a mirar Infojobs. Si ahora trabajase en ABC, sentiría vergüenza por tener a Sostres como compañero, sea lo lejano que sea.
¿A cuántos becarios se les podría dar un salario digno con la partida presupuestaria destinada a este estómago agradecido?
Su estilo políticamente incorrecto es zafio, soez, y carente del menor gusto. Igual sus afirmaciones se pueden aplaudir con las orejas en una fiesta privada de colegas en la que corre la absenta y los porros. Ahí se te puede reír cualquier chiste, aunque sea sobre mujeres, sobre homosexuales o sobre negritos haitianos. Pero, córcholis, que hablamos de un columnista en periódicos decanos de tirada nacional. No es un simple malhablado, es un malhablado con audiencia.
Quiere ser Arturo Pérez-Reverte, pero está a años luz, no llega a Mauricio Colmenero. Él sí que sabe conjugar la incorrección política, con el uso del castellano más vulgar, sin caer en el barriobajerismo. Sostres no le llega ni a la suela de los zapatos que ya ha tirado a la basura. Para hacerse el gracioso o el colega diciendo burradas, no sirve, solo consigue molestar, es un troll profesional. Francisco Marhuenda también lo es, pero al menos puede ser hasta gracioso. Sostres no es gracioso, es lamentable.
Me encantaría saber por qué Sostres no está realizando cualquier actividad profesional mal pagada -¿no quería ser pobre?- relacionada con el detritus, los desechos, la basura y el olor a podredumbre. Se sentiría como en su casa. Me pregunto por qué alguien de su calaña no tiene problemas para encontrar trabajo, habiendo miles de compañeros de profesión mal pagados, o en la calle, o recibiendo ofertas de trabajo totalmente demigrantes (*). Es que joder, incluso Belén Estéban es una señora de categoría a su lado.
La próxima vez que alguien se refiera a Salvador Sostres como «periodista», Dios matará a un gatito entre terribles sufrimientos. Pero claro, mientras cobre un sueldo de ABC, entiendo que más de uno se va a confundir.
(*) Es un vulgarismo, no una errata
Es tan espectacular el cúmulo de despropósitos y tan importantes los altavoces que se le ponen delante, que empiezo a pensar que es una pose, una fachada, un papel que interpreta con el propósito simple de diferenciarse del resto de columnistas opinadores (que tampoco son nada del otro jueves).
A mi no me gusta ni su estilo ni su opinión, asi que ni lo leo ni me entero de sus historias. Le aconsejo seguir este criterio, que no es otro que el sempiterno «dont feed the troll».
Precisamente es esto lo que vd hace al referirse a él en este blog donde no tiene ni piés ni cabeza un comentario así.