
La imagen superior es una representación del caos (matemáticamente hablando), lo inesperado y lo imprevisible. En la conducción las variables implicadas son tales que resulta absolutamente imposible circular en el mismo lugar con todas las condiciones iguales. Siempre habrá algo distinto, más grande, o más pequeño. Esa es la razón por la que un conductor siempre ha de tener los cinco sentidos en lo que está haciendo, y no pensando en las #musarañas.
En mi libro de consejos de conducción y seguridad vial, «Tranquilos, que yo controlo», he analizado todas las variables que me han venido a la cabeza. Como autor, está claro que me procuro aplicar todo lo que he contado, pero ni yo mismo me libro de ser humano y de tener momentos en los que bajo la guardia.
El viernes pasado estaba llegando a Valencia, a casa de un buen amigo. Estaba saliendo de la ciudad, camino a la ronda de circunvalación, y me había metido por unas calles que no conozco. Llamé por teléfono -con manos libres- para preguntarle dónde andaba, y que llegaba enseguida. Mientras le decía eso, rodaba por un pequeño vial que comunica las calles normales con la ronda norte, y no iría deprisa en modo alguno, unos 40 km/h…
No había terminado aún la llamada cuando tomé una pequeña curva casi en ángulo recto, prácticamente a velocidad estrictamente legal, y noté la dirección muy muy ligera. El coche estaba empezando a subvirar, giraba menos de lo esperado, y vino otro coche de frente. Pasó muy cerca de mi. Llego a ir 5 km/h más rápido (o lo hace él), e igual rompemos los faros, nada más grave. En ese momento había pasado por alto que la adherencia en esas carreteras es mucho más baja que a la que estoy acostumbrado, y es más fácil sufrir un patinazo. Los conductores locales lo tienen presente, yo en ese momento no lo tuve.
No pasó nada, y solo es una anécdota que estás leyendo, pero en ese momento iba con la guardia un poco baja. Cuando un boxeador no cuida su defensa, en cierto momento -hablando mal y pronto- le pueden calzar una buena hostia. Utilizo este símil para entrar en tu subconsciente y recordártelo: no te confíes, no bajes la guardia, hasta que no te bajes del coche estás conduciendo y es tu responsabilidad concentrarte en la tarea que realizas.
En la propia llamada se me oyó exclamar: «¡Casi me doy contra otro coche e iba muy despacio!» Mi amigo se pensó que era una de mis bromas. No me dio tiempo ni a ponerme nervioso. Cuando vivía en Sevilla estaba habituado al asfalto más resbalón, pero esta vez venía con mi chip madrileño de un asfalto que agarra más por haber menos humedad y estar el mar a hacer puñetas. La misma curva puede ser tremendamente distinta si se encuentra en un punto u otro de la geografía española; esa curva a la que me refiero no habría supuesto el menor problema de estar en mi zona, tenlo por seguro.
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