Este texto va dedicado a todos los que se sientan identificados con él. Quien se vea afectado por estas líneas, tiene un serio problema. Aviso que esta carta abierta tiene dosis de ironía y sarcasmo y no debe ser interpretada al pie de la letra:
«Estimado as del volante:
El otro día me crucé contigo, y antes de que pasara todo, te pude leer las intenciones en cuestión de segundos, nada más verte. Yo iba por una avenida tranquilo, a las 4 de la tarde, sin tráfico, a unos 50 kilómetros por hora para salir de una población. De repente, se me pegó tu coche -un utilitario con unos cuantos añitos-, tan cerca, que pude ver el color de los ojos de tu compañero a través del retrovisor. No sólo era el que ibas pegado a mi, es que venías muy rápido y con la cara de velocidad que mostraba tu rostro se te veía con ganas de llegar a Valencia en media horita.