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Circulaba esta tarde por una avenida de un tranquilo pueblo de la Sierra, en completo silencio, porque iba con el modo eléctrico de mi coche activado. Me acerco a un paso de cebra y veo a unos chavales de unos 13-14 años en las inmediaciones, aminoro, y le pito a un chico que está de espaldas a mí, parado en medio de la carretera, por estar diciéndole algo a otro de los chicos. Bajé la ventanilla y le espeté:
– Yo: «Mira siempre antes de cruzar»
– Chico: «¡Esto es un paso de cebra!»
– Y: «Sí, mi obligación es parar, pero la tuya es mirar»
– C: «¡¡Esto es un paso de cebra!!»
– Y: «Que sí, pero si vengo distraído te puedo atropellar»
Continué la marcha dando por sentado que el chaval pensó que yo era un completo gilipollas. A la velocidad a la que iba, unos 40 km/h, si llego a conducir distraído, bebido, demasiado cansado o con otra cosa que no debo en vena, le arreo tal hostia que no sé si sale de esa. El chaval tenía razón en parte, como yo también la tengo. Nunca hay que cruzar sin mirar, o quedarse uno en un paso de cebra de espaldas al tráfico.
Como peatón, habría sido atropellado varias veces en pasos de cebra de no haberme fijado no solamente si venían vehículos, sino tras asegurarme que reducían el paso por habernos hecho el cruce de miradas. Es lo que un buen amigo llama contacto visual. Cuando ya sé que es seguro, entonces cruzo. Si no hubiese mirado y me hubiesen atropellado, yo habría tenido razón, pero me habría roto varios huesos del cuerpo o estaría muerto. Continue Reading