Personal, Reflexiones

Desguaces, el infierno del automovilista en la tierra

Recientemente acudí a varios desguaces de la Comunidad de Madrid buscando una pieza muy concreta de tres coches muy concretos: Toyota Supra (A70), Kia cee’d (ED) y Opel Astra (G). Iba con «lista de la compra». Fue como un descenso a los infiernos, una vez que se pasa de la zona de la entrada y la recepción, empieza el calvario.

A todo amante de los coches le acaba tocando la patata, o corazón, llamadlo «x». Si fuese de noche y hubiese luces de colorines y rayos, poco se diferenciaría la escena del comienzo de Terminator. Zonas yermas, muertas, pobladas de chatarra y restos de vehículos que acumulan mucha historia en sus interiores. ¡Ay, si pudiesen hablar!

Si el desguace es lo suficientemente grande, pueden estar colocados por marcas o por tipos de carrocería. A veces yacen en el mismo lugar varios modelos que son idénticos, especialmente aquellos que se vendieron en mayores números. El Opel Astra (G) es un clarísimo ejemplo, solo en Desguaces La Torre los había por decenas. Otros modelos, en cambio, no hay forma de localizarlos: se vendieron menos, son muy duraderos, se han cotizado… y el que llega, llega reventado por un accidente.

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