Lo he dicho en más de una ocasión, el periodismo está bien jodido en los últimos años por el declive del papel y el auge de Internet y el modelo «todo gratis». Lamentablemente, los periodistas no podemos pagar alquileres, hipotecas, comida, luz, agua, gas, teléfono y otras cosas con una sonrisa amable y las gracias, nos siguen exigiendo dinero, y por eso, tenemos que ganarlo.
Hay mucha gente que cree que con la publicidad nos forramos, y que basta con tener banners criando polvo para financiarnos. Poca gente conozco que pueda tirar de ese modelo. En este humilde sitio, por ejemplo, no me llevo un céntimo por tener publicidad, si nadie pincha en esos anuncios. Y creedme, sigo teniendo mis gastos…
Una de las fórmulas alternativas de financiación es el del publirreportaje, es decir, incluir contenidos que paga una empresa, a cambio de hablar de sus productos o servicios. Esta fórmula no tiene nada de malo, siempre y cuando el lector sea consciente de que no lee un contenido normal. Tampoco pasa nada si el contenido sigue siendo fiel a la realidad, y no ha sido alterado para poner algo que no es verdad. La teoría es sencilla, pero en la práctica, no encontramos mucha comprensión en lo que a los lectores se refiere.
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