Hay dos tipos de compradores, los que tienen su coche hasta el día que se cae a pedazos (es decir, al desguace), y los que saben que es un amor con fecha de caducidad (es decir, que lo venderán). Un coche puede durar, si está bien hecho, lo que se quiera. Mientras el mantenimiento sea el adecuado y reciba unos cuantos mimos, puede estar en servicio 10, 15, 20… y 50 años. Solo es un problema de dinero.
Puedo poner como ejemplo a Michael Nickl, un empleado de Mercedes, que sigue usando su 200 D (W124) como coche de uso diario. Ha pasado del millón de kilómetros y se ha gastado una media de 4.500 euros al año, durante los últimos 25 años, para tenerlo siempre listo para circular (incluye combustible). Se llama Michael Nickl y hay un interesante artículo sobre él en Mercedes-Blog, aunque está en inglés. Si no, su historia se puede leer en varios blogs nacionales.
Pero la mayoría de la gente no hace eso, y se plantea la propiedad como una etapa. Mantiene su coche unos años, ya sean tres o diez, y luego lo pone en venta. El valor de un coche depende de una barbaridad de factores, aunque los básicos son el kilometraje y la edad. Hay unas tablas que definen esos valores, y de ahí es difícil subir. Lo más fácil es que bajen, hay varios factores que devalúan un coche, por lo que hay que evitarlos.