Curiosidades, Ford

No se le echa gasolina a un Ford GT todos los días

Era un día un poco gris, como por la mañana. Vi acercarse a donde yo estaba, una gasolinera pequeña, un deportivo azul muy llamativo. Cáspita, era un Ford GT, de esos coches que ves si acaso un par de veces al año. Me llamó la atención que era descapotable y que en su interior estaba un pez gordo de la industria. Se parecía mucho a Karl-Thomas Neumann -ex CEO de Opel- pero no, era Alan Mulally -ex CEO de Ford-.

El viejo tunante vendría de pasárselo de fruta madre con el «coche de empresa» y tendría sed (sobre todo el coche). Entablé una breve conversación con él en inglés, y acabé ofreciéndome a echarle yo la gasolina, supongo que por alargar la cháchara. No había que poner poca cantidad, porque con menos de 20 euros con ese coche no se puede circular más que un ratito, y le di al gatillo sin piedad. Le pregunté que si lo quería lleno, y me respondió que no. Me había despistado un marcador digital en la manguera, no sabía si eran litros, euros, galones o dólares. «Litres», respondió.

Tarde, ya le habían entrado 89,17 litros, pues sí que tiene capacidad el depósito de este cacharro. Hizo el ademán de sacar un billete en euros, creí reconocer uno de 100, pero había algún problema, creo que no había reparado en que era un surtidor automático con los que suele pagar con tarjeta. «Bueno», me dije, «un ejecutivo que gana millones de dólares al año tendrá una colección de tarjetas bancarias.» Pues no las llevaba encima, menudo marrón.

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Clásicos, Mecánica, Personal

Škoda Octavia (Type 985)

Hacía dos años que lo había adquirido, un viejo hierro de los años 50-60. Me había dado por llevar un coche muy antiguo, para moverlo poquito, solo por sentirme un poco más conectado con la vieja escuela. El primer año apenas se movió, el segundo ya sí lo utilicé un poco más.

Un buen día, llegué a un taller, donde estuve hablando con unos mecánicos, y acabaron preguntándome por mi viejo clásico. Tuve que acabar admitiendo, no sin gran vergüenza por mi parte, que no le había hecho ni la más elemental operación de mantenimiento en dos años. El coche me había costado 2.000 euros, pero mis bolsillos estaban vacíos, y no podía permitirme ni cambiarle el aceite.

Me excusé en el poco kilometraje, menos de 5.000 km en dos años, y que el coche iba «fino fino». Iba como tenía que ir un coche con más de 50 años encima, con sus achaques, sus ruiditos y su aroma a experiencia. Tampoco era un coche de uso habitual.

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General, Renault, Turismos

Renault Clio

Un día vino a verme mi «buen amigo» que trabaja en Renault, decía que quería enseñarme algo. Al salir a su encuentro, estaba aparcado un Clio de tercera generación como el de la foto, en el mismo color. Me invitó a conducir, aunque le dije que me daba igual ir de pasajero, insistió.

Y es que mi amigo quería enseñarme algo. Introduje la llave en la cerradura de la parte superior del salpicadero y arranqué el coche. Con el tacómetro tarado a 7.000 RPM, estaba claro que era un gasolina. Le dije que por el ronroneo del motor parecía ser un 1.2 o un 1.4, y mi amigo asintió. No me había fijado en el anagrama de motorización de la puerta.

Hubo una cosa que me dejó completamente patidifuso, el cuentakilómetros indicaba una cifra por encima de 687.000 kilómetros. «¿Y esto» – le pregunté, me parecía un número totalmente inverosímil para un coche de 10 años o menos. Mi amigo respondió que era una especie de coche de pruebas de largo recorrido, para comprobar lo de la «Calidad Renault». Y me puse a conducirlo.

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Motos, Personal

Harley Davidson Superlow 2013

No me considero motero, de hecho, a los 14 años quise un ciclomotor y mis padres me dieron una negativa absoluta. Me olvidé del tema. Pero mi subconsciente tiene el tema pendiente, he tenido un sueño que me ha dejado traspuesto, no solo por el contenido, sino por mi elección.

Mayormente, resulta que me había comprado una moto en 2010, pero al poco de tenerla, me olvidé de ella y se quedó en un garaje. En el sueño veo cómo la recupero y la vuelvo a poner en marcha. No es una moto cualquiera, sino una Harley Davidson. En el catálogo la que más se le parece es la Superlow de la imagen.

Ahora resulta que me molaría tener una moto, y una Harley. Pensando en otras categorías, las deportivas me gustan en foto, pero corren demasiado para mi gusto, y creo que de 250 cc no tendría huevos a pasar. Pero tranquilos, que solo por meterme en otro carné, se queda pospuesto sine die.

Creo que las Harley se han metido en mi subconsciente porque uno de mis vecinos tiene una, y a las 7 de la mañana me despierta con el sonido de su ralentí mientras abre y cierra su garaje, y el característico sonido de aceleración cuando se va. Después suena el despertador.

MALDITA SEA, ¡me han hecho Origen! Ahora esa idea se reproduce en mi cabeza como un virus.

Con todas las motos que hay, me sorprende que «desée» una Harley, si lo mío son las cuatro ruedas…

Kia, Personal, Todoterreno

Kia Sorento

En una noche reciente, tuve dos sueños seguidos, productos de una mente cansada después de muchas jornadas agotadoras física y mentalmente (valga la redundancia). En uno de ellos, se me repitió algo que mi subconsciente teme: no haber devuelto un coche de prensa en… meses. Obviamente nunca ha pasado, siempre he cumplido los plazos.

Más o menos acontece así. Me encuentro fuera de Madrid, cuando me llama mi madre por teléfono, y la conversación es más o menos así:

– Madre: Hola Javier.
– Javier: ¿Qué tal?
– M: Mira, te llamo a ver si resuelves de una vez lo de ese coche.
– J: ¿Qué coche?
– M: El todoterreno que tienes aparcado en la calle desde hace meses, que ha vuelto a aparecer.
– J: No sé de qué me hablas.
– M: Sí, ese que te dejaron hace años y te olvidaste de él. ¿Puede ser un Kia Sorento?
– J: ¡Pero si ese coche me lo dejaron en 2006!
– M: Pues sigue aquí.
– J: ¡No jodas! ¿No lo he devuelto todavía? :O

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Chevrolet, Ford, Honda, Personal

2011 Ford Ranger

De vez en cuando, sueño, como todo el mundo, pero tengo sueños sobre coches con más frecuencia que una persona normal (creo). Un día de estos me haré psicoanalizar. De los tres últimos que recuerdo con algo de nitidez, puedo hablaros de tres. Hay otro además sobre el Skoda Citigo pero no consigo «recuperarlo».

El primero de la tríada iba sobre una adquisición nueva. Me había comprado una pick-up Ford Ranger, con 10 ó 12 cilindros, un auténtico mastodonte, pero el modelo americano. Se trataba de una versión híbrida, que por supuesto no existe, que rendía 333 CV (coincide con lo que dan algunos híbridos en el Grupo VAG). Lo recuerdo nítidamente.

Para más inri, estaba convertida para GLP, con lo cual me salía, al menos en el sueño, el kilómetro 4 céntimos. ¿Y por qué me compraría yo semejante absurdez automovilística? En su momento me justifiqué con este motivo: «Quiero conducir como lo haría Chuck Norris». Me doy miedo a mi mismo. Sigo.

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Personal

Shelby GT500

No sabía de la afición de mi padre por coleccionar coches. Era algo a lo que había sido ajeno durante 25 años, hasta que entré en la parcela de su casa. Había coches variados, más bien normalitos, casi todos de los 80 o 90, de los que se habría comprado cualquiera. Véase un Ford Fiesta del 93 o un Citroën XM. Pero el último de ellos me llamó la atención.

Era un ejemplar precioso de Ford Mustang, concretamente un Shelby GT500 en color negro. Era un fastback de 1967, de los que más me gustan. En su lateral la puerta lucía unas letras en color dorado, bordeadas de un tono más claro, que rezaban «GT500». Y para colmo, montaba las llantas de época de American Racing, era un espectáculo ante mis ojos.

Le pregunté si aquello arrancaba, y me dijo que sí. Con la ilusión de un niño pequeño me metí dentro y giré la llave del contacto. Es un motor viejo, así que le di una ayudita con el acelerador. En un par de segundos empezaron a rugir esos ocho cilindros en V alimentados por carburadores… ¡Qué bien sonaba eso! Su ralentí era embriagador, metálico, armónico, no me cansaría de escucharlo.

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Personal

Un día, me despertó una llamada de teléfono. Me llamaba Emilio de Renault, hecho una furia, preguntándome por cierto Renault Laguna que hacía 2 meses que debía haber devuelto. Maldita sea, aún seguía aparcado en mi calle. Estaba muerto de la vergüenza, «¡Enseguida bajo a devolvértelo!». Segundos más tarde, desperté.

He soñado varias veces que había coches que «se me había olvidado» devolver (no precisamente por que me entusiasmasen, sino por desidia) y que como pasaba el tiempo me daba más palo devolverlos y ahí seguían. En casi 4 años de probador, sólo he devuelto un coche tarde, 1 día, por encontrarme mal. El resto de las ocasiones he pedido permiso previo para estirar un préstamo un día o dos, pero siempre he cumplido. No entiendo ese temor subconsciente.

Hoy ha sido un poco más curioso. Medio dormido, medio consciente, estaba pensando en qué coche pedir próximamente. Estaba pensando en un modelo concreto X 3 puertas, de una marca Y, pero no, tengo que avisar a esa marca con más antelación y me dirán que para dentro de un mes.

Después de desayunar, ya espabilado y tal, me llega una llamada de la marca Y. Me dicen que si la semana que viene puedo recoger el modelo X para probarlo. Acto seguido he dicho «¿Me habéis leído el pensamiento mientras dormía? ¡Pensaba pedir exactamente ese modelo, con ese motor!». La señorita que me atendía se rió, muy disimuladamente, pero a fin de cuentas se rió. Mejor imposible.

Ale, solucionado, todos contentos e hiperfelices 😀 Para postre como lo quería, en 3 puertas.