Yo, al igual que otros tantos españoles, soy madrileño. De segunda generación, si obviamos el hecho de que mi padre vivió unos años en Ávila. Es realmente complicado encontrar madrileños de tercera generación, creo que no conozco ninguno. Perdonadme, que me enrollo. Como buen madrileño, he frecuentado la ciudad de Madrid.
Cada vez que voy, se me quitan las ganas de volver. Debo reconocer que muchas cosas han ido a mejor, como la cobertura del transporte público, soterrar la M-30, los intercambiadores gigantes como Avenida de América o Moncloa, etc. Sin embargo, esta ciudad está progresando en hostilidad contra el automovilista de forma alarmante.
El pasado viernes tuve la genial idea de irme con mi novia a ver una ópera en el Teatro Real, las entradas estaban compradas desde hace meses. Veníamos en coche desde Sevilla y se me ocurrió hacer lo que he hecho durante años, que es dejar el coche aparcado en Moncloa y luego continuar en metro.