Sí, seguramente estás tan cansado como yo del temita de Pablo Rivadulla Duró, más conocido como Pablo Hasél. Se trata de un rapero de n-ésima categoría, que se ha hecho conocido por las barbaridades de sus letras, por su activismo antisistema y por sus formas: violento, machista, intolerante, que justifica la violencia de otros o la desearía… No es famoso por su flow, ni sus métricas, ni su arte.
Señores, esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión. De primeras podríamos decir que la libertad de expresión tiene que ser infinita, hasta que alguien dice que hay que clavar un piolet en la cabeza a tu padre, que pide que alguien vuelva a poner coches bomba, o que pide la pena de muerte para dos niñas (Leonor y Sofía, en 2010) que podrían ser tus primas. La «obra» de este personaje está repleta de perlitas de ese tipo.
Lo tenéis todo en las sentencias, que son públicas, y sí, hay que leerlas. Pablo va a la cárcel por reiterarse en el enaltecimiento del terrorismo, no por injurias a la Corona (que ha implicado solo multa económica), y seguirá añadiendo años por agredir a un periodista y amenazar a un testigo. Tiene pendiente otra causa por un asalto a la Subdelegación del Gobierno de Lérida. Vamos, que todo esto no ha sido «por rapear», al igual que los de «La manada» no fueron a la cárcel «por hacer el amor». Es un delincuente reincidente.
Comparto con un amigo de la infancia, de quien he leído un artículo de opinión en Eldiario.es, que debe haber libertad de expresión en el arte, pero discrepo en que esta sea infinita. Os pongo algunos ejemplos adicionales al de Frank T. de lo que sí se puede hacer, si eres mínimamente fino:
- «Y votan al alcalde de derechas retrasado, cara de avaro y un cuerpo de manzana,
Podrida corrupta, decid todos conmigo mi gentuza: ¡BESA MI CULO HIJO DE PUTA!» – CPV – Mala gente - «Veo lo que muestran por televisión,
que cualquiera puede triunfar con alguna que otra operación
no es mala la ambición, ni chupar pollas ni la avaricia
pero elige bien la polla que chupas como hizo Letizia.» – Duo Kie – Nosotros lo hicimos - «Soy un hombre de pequeños negocios
cuya misión es la de defender la tierra de los ataques
de seres de otras galaxias
que le jodan a los policías.» – 7 notas 7 colores – Sube En Mi Nave Espacial
Que yo sepa, esos raperos (o hiphoperos, ya sé que no es lo mismo) no han ido a la cárcel por eso, ni van a ir. Hacen su crítica social, que es parte del género. Claro, que tampoco han pedido abiertamente que vuelvan los GRAPO, o que ETA mola. Han sabido dónde parar, y su arte -para el que le guste- es grande sin necesidad de pasarse de frenada. Es algo que el tal Hasél no quiso interiorizar.
La libertad de expresión no está en peligro, tiene sus límites como en todos los países civilizados -e incivilizados-. De hecho, de todo lo que aprendí sobre Derecho en la carrera me quedo con esto: «todos los derechos están limitados». Sí, todos. Eso también forma parte de la calidad democrática. ¿O seríamos un país más democrático si por pertenecer a la Familia Real o por haber sido un alto cargo público se puede pedir alegremente su asesinato? ¿Conoces realmente por qué letras va este sujeto al talego?
Bueno, haré un inciso, está en peligro la libertad de expresión más por la corrección política, el revisionismo de encefalograma plano y los ofendiditos
Ahora lanzo una pregunta. ¿Sabéis qué va a cambiar después de esta ola de disturbios y protestas?
Nada.
Al menos a nivel legislativo. Lo que sí cambiará es la reputación de Barcelona sobre todo, que lleva herida tras varios años de decadencia. De haber pasado de una capital mediterránea conocida por su diversidad cultural, sus vanguardias, el arte en todas sus formas… a ser un manifestódromo de radicales, escenario de reyertas, donde el turista cada vez se va a sentir menos bienvenido, y donde los delincuentes comunes parecen tener más carta blanca que en otros lados. Y eso sin meter a colación los «beneficios» (es ironía) del procés.
Seguro que en algunos barrios marginales pueden aportar alguna experiencia de a dónde lleva eso, donde solo acaban los turistas cuando se les queda el GPS sin batería y deambulan sin rumbo. La «fiesta» de los radicales la van a pagar los contribuyentes, comerciantes y particulares. Porque la «lucha por la libertad de expresión» incluye destrozar y saquear comercios, prender fuego a motos y hasta poner en peligro a los ciudadanos en sus propias casas. Igual siguen apretando hasta que haya algún muerto.
Y evidentemente, gracias a dios, no toda la gente que se manifiesta es violenta (faltaría más), y que la mayoría del ruido lo hacen radicales y delincuentes que aprovechan la refriega para actuar como si no hubiese leyes, al estilo de la purga de una conocida franquicia de películas. Y también son víctimas -aunque no lo sepan- todos esos críos que salen a darse de hostias con la policía o a jugar al ratón y al gato con los antidisturbios.
Sirva de ejemplo este vídeo de Rubén Gisbert, abogado. La conclusión final se puede compartir o no.
En realidad, no saben por qué se manifiestan. Te lo pueden justificar por el heteropatriarcado, la precaridad laboral, el fascismo (esta tiene gracia), el franquismo (se nota que lo han vivido), la fase lunar… a protestar por todo, aunque las víctimas de los destrozos no pueda hacer absolutamente nada por cambiar eso y deslegitime el mensaje. Es más, si se hunde un comercio eso perjudica a la «clase trabajadora». Si un trabajador se queda sin moto, igual. Y el portavoz parlamentario de Podemos en el Congreso justificándolo.
Existe una relación inversamente proporcional entre el nivel cultural/de conocimientos y su peso numérico entre los manifestantes
Legiones de cabezas huecas siguen creyendo que las cosas pueden solucionarse de la misma forma que se hizo en el Siglo XIX, cuando las libertades estaban en pañales, las mujeres ni siquiera podían votar, no había apenas tecnología y había una auténtica opresión de unos sectores sociales sobre otros. Hubo conquistas a base plomo, sangre y fuego. Hoy día eso es tremendamente discutible, pero esa ideología sigue anclada en el pasado. De ahí su ineficacia.
En ese sentido, también lo está la ultraderecha (la de verdad, la de resorte sobaquil que hace loas a genocidas y dictadores), aunque al menos esos están un poco más actualizados y se van a los años 30 del Siglo XX. Lo hemos podido ver con el auge mediático de la «feminazi», la tal Isabel Peralta, que es estudiante de Historia de las que no salen de la cafetería (y ahora, por lo que me dicen, están cerradas). Tener el cráneo vacío no es cuestión de izquierdas o de derechas.
Entiendo que haya mucha frustración porque el partido político que iba a dar voz a toda esa indignación ciudadana acumulada -de la que yo también formo parte, no estoy satisfecho, pero no tengo ansias pirómanas-, Podemos, esté revelándose como una máquina de colocación de amigos, amigas y amigas especiales. Los mensajes de reducciones de sueldo, hacer cosas por la gente y tal… se diluyen cuando se trata de pasar de las palabras a los hechos.
Voy a decir algo incómodo, pero fehaciente: desde 2018, España está gobernada por fuerzas políticas de izquierdas…
En su momento, Podemos me pareció algo necesario en la política española. Había que romper con el bipartidismo y dar voz a una parte de la población que hasta entonces tiraba el voto con Izquierda Unida -por la baja representación que lograban-, o no votaba, o echaba la papeleta al PSOE. A cada día que pasa mayor es la decepción que producen, ya no solo entre los que no creían en ellos, ya directamente en los que creen en ellos todavía. Quién iba a decir que Podemos acabaría fagocitando IU y llevándola al terreno de la irrelevancia.
Y en esas aguas revueltas quien está poniéndose los dientes largos es VOX. ¡Qué irónico me parece todo!
Hasél es la excusa esta vez. En los últimos años varias ciudades europeas han visto lo que pasa cuando se desboca la violencia, el Estado de Derecho se ve desbordado precisamente porque existen derechos, y al margen quedan unas pocas anécdotas y hechos lamentables que no destacan por su número, sino por su impacto, como manifestantes que pierden los ojos, aunque también hay policías que están vivos de milagro tras recibir una pedrada. Nada parecido a lo de Tiananmen, vamos.
Resulta gracioso que se quejen de la violencia policial los mismos que usan adoquines, gasolina y cócteles molotov; la ironía es macabra. En el País Vasco eso se vivió durante mucho tiempo con la kale borroka original, ¿y qué se logró? Eso, nada. En algunos países menos desarrollados las protestas han ido tan lejos que algunas medidas han tenido que dar marcha atrás, aunque también está el ejemplo de Francia y la que liaron los chalecos amarillos.
Siempre me he considerado pacifista y no creo que la violencia sea el camino para lograr cambios. No soy de ir a manifestaciones, y desde luego si casualmente me encuentro en las cercanías de una lo primero que pienso es en tirar la bomba de humo y poner a salvo a quien vaya conmigo. Verme envuelto en una refriega no tendrá ningún efecto positivo en mi vida. Alguno lo tildará de sumisión, yo pienso que es pragmatismo.
Más conquistas se pueden lograr usando los resortes del sistema que a base de pedradas, vandalismo, incendios, saqueos y estigmatización. Eso sí que no es democracia. Nos queda el ejemplo de qué pasó en Rusia a partir de 1917, cuando se cambiaron las cosas por la fuerza de las armas. En 2021, el pueblo ruso sigue sin ser libre como lo somos nosotros, así que cuidado con los ejemplos que se ponen.
Hay gente que decididamente necesita probar en sus carnes lo que es vivir en Cuba, en Venezuela, en China o en Corea del Norte. No como turista, como un nacional. Y ya el que haga la prueba de ponerse a rapear pidiendo que los terroristas hagan sus cosillas puede que acabe en un sótano, mirando hacia un desagüe, mientras un policía le mete un tiro por la nuca. Así funcionan las cosas cuando no hay calidad democrática.
Todas las tormentas escampan, esta no va a ser una excepción. La violencia se repetirá en otro momento, el detonante podrá ser un resultado deportivo, que aparezca otro martir de una causa perdida, que se viralicen unas imágenes de un desahucio o que empiece una batalla campal entre demócratas de toda la vida que consideren agotada la vía dialéctica y prefieran pasar a la «acción directa» (por no decir directamente terrorismo).
¿Os acordáis de las manifestaciones estudiantiles por el cambio climático? No han pasado a la historia por los daños provocados por los manifestantes, y su voz llegó a lo más alto. Sin violencia, solo con protestas pacíficas.
Lo que realmente puede ir en pro de nuestro bienestar y prosperidad es mover la economía, sacar a trabajadores de los ERTE o del paro, acabar con las colas del hambre, por supuesto eliminando al puto virus de nuestras vidas, y evidentemente participando en la democracia. No solo se puede participar votando, hay más cauces, y todos son pacíficos. La violencia solo funciona temporalmente, a largo plazo siempre acaba siendo sobrepasada por las ansias de libertad.
Más Gretas Thunberg, menos Pablos Hasél
Nada se va a lograr arruinando a los contribuyentes, espantando a los turistas, saqueando comercios o luchando con la policía. Hasél saldrá de la cárcel cuando pague sus deudas con la sociedad (tuvo su oportunidad y volvió a cagarla), y a lo mejor cuando lo haga ha madurado algo. Quizás se da cuenta de que cargarse a Amancio Ortega no tendría ningún efecto positivo, y que eso de ejecutar a reyes está un poco pasado de moda desde hace más de 100 años. Lo que mejora realmente la vida de la gente es otra cosa.
Que los auténticos cambios, en nuestra época, se consiguen con la innovación, con la ciencia, en los tribunales, en las universidades… usando los mecanismos del sistema en nuestro favor. Los foreros de Wall Street Bets han hecho muchísimo más daño a las grandes fortunas y poderosos que todos los exaltados que con la excusa del BLM provocaron semanas o meses de inseguridad ciudadana en Estados Unidos, disturbios y muertos. Sin una sola pedrada, sin un solo tiro, sin que nadie haya perdido los ojos.
La izquierda necesita actualizarse más que la derecha. A lo largo de la historia se ha ido viendo. Recurrir a un léxico obsoleto como «clase obrera», «lucha», «proletariado», «oligarquías»… no ayuda. Y fijaos que el que os escribe esto tiene la absoluta tranquilidad de que nadie va a tirar mi puerta abajo para inflarme a hostias en un interrogatorio. Y si tengo también la tranquilidad de que no me van a destrozar la calle es por vivir muy lejos de un manifestódromo, si no, no estaría tan plácido.
Nací en 1983, Franco ya estaba muerto y el franquismo era un cadáver en descomposición carcomido por los gusanos. Los nietos del dictador van camino de la tercera edad y lo que queda es algo residual. Me hace gracia que haya tanto adolescente y post-adolescente hablando de franquismo y de fascismo como si supieran de lo que está hablando. Yo también lo he sabido con relatos de familiares, libros, películas y clases, pero debe ser que lo he entendido mejor.
No creo que viviría en un país mejor donde no tuviese ninguna consecuencia reír las gracias a terroristas. El franquismo no lo he vivido, pero como niño y adolescente he visto muchas aperturas de telediario con las consecuencias del terrorismo, y algunos manifestantes no se acuerdan por no existir o ser bebés. Sé quién era Miguel Ángel Blanco sin necesidad de Wikipedia. También sé que pese a que muchos políticos sean despreciables -me da igual en qué partido estén/estuvieron- u ominosos no les deseo la muerte, solo que se sienten en un banquillo y se les aplique la ley. Así entiendo yo la normalidad democrática.
Posiblemente, si has llegado hasta aquí, y estés de acuerdo conmigo, te sientas raro. Pues no deberías.
Todos los antisistema deberían conocer de primera mano cómo es vivir de acuerdo a aquello que defienden. Así, igual, espabilan un poco. Va a resultar que se vive mejor dentro de un «estado fascista» como el español, donde las libertades y derechos, aunque no sean perfectos, están garantizados. Los que quieren quemar las calles no me -no nos- garantizan una mierda y ese es el auténtico germen del fascismo. El imponer a los demás con violencia las ideas, como los del resorte sobaquil, solo que con sudaderas con capucha en vez de uniformes cuquis.
Si no se aprenden las lecciones de lo que pasó hace 100 años, corremos el riesgo de que se repita todo. Ya tenemos la pandemia vírica, a la vista está el rebote económico que nos espera (felices años 20), y cuando venga la siguiente gran crisis espero que estos movimientos carpetovetónicos y obsoletos hayan sido superados. España tiene una experiencia de mierda de a dónde nos llevó eso. Y que nadie se engañe, la II República se había devorado a sí misma cuando los militares decidieron solucionar las cosas por cojones.
¿A qué me recuerda todo eso? ¿Por qué no paro de ver paralelismos y empiezo a acojonarme?
No me gustaría llegar a viejo en una dictadura, pero una de las de verdad, porque esta vez con la tecnología habrá medios para que sea tan férrea que nos vayamos todos por la patita a abajo. Hasta preferiremos haber vivido con Franco, cuando la «clase trabajadora» pudo aspirar a tener la hipoteca pagada en pocos años, trabajo, coche, segunda residencia e incluso viajar.
Detrás de esta simplificación hay muchos matices, pero una persona con un mínimo de cultura me habrá entendido perfectamente. Generaciones enteras vivieron sin las libertades que tenemos hoy, tuvo que trabajar muchísimo, y en eso empleó el tiempo más que en protestar. Qué cómodo resulta protestar cuando se tienen las necesidades básicas cubiertas y cuando los platos rotos siempre los paga otro.
¡Salud y democracia!
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