Cuando empecé a montar en moto, muchas personas de mi círculo familiar y social empezaron a preocuparse. Que si es peligroso, que si dependes de los demás, que te puedes caer, que te puedes matar… Como si no supiese nada de eso. Después de haber escrito un libro sobre seguridad vial («Tranquilos, que yo controlo», por si no lo conoces) me deberían sobrar las razones para no montar en moto. Es más, ni debería ir en coche. Si no salgo de casa, seguro que no me pasa nada.
Como mayor de edad, ya con 35 años, con la cabeza más que asentada, entiendo y conozco los riesgos. Es como darle al «acepto» de una política de privacidad que no me he leído -ni tú-, se asume un riesgo y se tira p’alante. La vida es una sucesión de elecciones, unas serán correctas, otras serán incorrectas, pero suelen llevar acompañado un riesgo siempre.
Según las estadísticas que maneja la DGT, montar en moto es 17 veces más peligroso que ir en coche. El año pasado murieron a bordo de una moto 240 personas. En cambio, usar el móvil mientras se conduce (no digo ya llamar, sino contestar al WhatsApp o, peor aún, Twitter o Instagram) es 23 veces más peligroso. Entre 500 y 600 personas han muerto a causa del mal uso del teléfono mientras alguien conducía, lo cual es bastante más que los que iban en moto.