Mucha gente piensa que Internet es una especie de barra libre en la que puede decir lo que quiera y sin que haya consecuencias. Se equivoca. Acabo de moderar (vamos, eliminar) un comentario en el que un señor decía algo muy feo sobre mi madre, una expresión habitual en el español medio. Como no me ha dado una dirección de correo real, no le llegará mi respuesta.
Es el momento de recordar el Código Penal, Título XI (Delitos contra el honor), Capítulo II (De la injuria), artículo 208:
«Es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación.»
O lo que es lo mismo, me pilla con el pie torcido y le puedo denunciar, tiene el agravante de hacerlo en un medio de difusión (artículo 211, con publicidad). Lo mismo puede hacer cualquier persona que sea ofendida de forma pública. Como responsable de este sitio tengo la responsabilidad de evitar que nadie lea un comentario ofensivo, los elimino sin más, pero es algo que conviene saber. Que se lo digan a cierta tuitera que se pasó de la raya con sus expresiones en público, la libertad de expresión no es infinita.
No voy a tolerar ninguna falta de respeto en los comentarios de este blog, principalmente por higiene.