La sociedad no es una foto fija, siempre está cambiando, da igual de qué época estemos hablando. En los últimos días hemos retomado como tema habitual el conflicto que hay entre los taxistas y su alternativa, los VTC, que se contratan -sobre todo- con las aplicaciones móviles Uber y Cabify. Antes de opinar sobre ese tema, permíteme que te cuente una historia tremendamente similar, y que conozco de primerísima mano.
En septiembre de 2001, hace casi 18 años, empecé a trabajar con mi abuelo, que era periodista de motor, entre otras cosas. Yo acababa de cumplir 18, y era un simple peón. Mantenía su página web, abría el correo -sobres y cartas físicas-, subía noticias, etc. Por entonces Internet apenas le suponía un problema al periodismo de motor en prensa escrita, ya fuese como sección de periódicos o en revistas.
Ser periodista de motor en esa época molaba mucho. Viajes en primera clase incluso en vuelos domésticos, hotelazos siempre de 5*, presentaciones de varios días en el extranjero con posibilidad de hacer turismo con todos los gastos pagados, cesiones de coches de más de una semana, suculentos regalos al término de una presentación… y una ausencia casi total de competencia. Internet fue creciendo de forma lenta, pero imparable.