Deportivos, Personal, Toyota

Una nueva obsesión, empieza por Toyota y acaba en GT 86

Hoy he tenido un auténtico flechazo. Como cuando me enamoré por última vez. Me atravesó cual trueno a un instalador de pararrayos trabajando en plena tormenta eléctrica o como un disparo de un rifle Arctic Warfare Magnum a quemarropa. Ya me había fijado en muchos Toyota GT 86 y hace años que quiero comprarme uno, pero no me lo puedo permitir. Pero vi «la unidad». Rojo, brillante, matrícula JCF (mis iniciales), y en un sitio donde se venden coches. Pregunté por él, me dijeron que era manual.

Durante unos instantes me imaginé todos los sacrificios que tendría que hacer para pagar otro coche a plazos, porque a tocateja ahora no me puedo permitir ni un cacharro. Me vi haciendo dieta, quitándome de ocio, viajes al extranjero, sin ir a conciertos ni festivales, sin hacer gasto en ropa «porque sí» o algún complemento chulo… Me duró segundos, todo eso ya lo hago. Me asomé al interior, la palanca era del automático. Se me cayó el mundo encima. A ver, no va mal, lo he llevado en circuito, pero no es el tipo de coche que me importaría tener automático.

La locura me duró poco, lo mismo que me dura el dejarme el pelo largo u otras cosas que no son correctas de decir en público. Sin embargo, el poso ya se ha quedado en mi inconsciente. He estado mirando anuncios de GT 86 a la venta en Madrid, en España… y a nivel europeo. Ya tengo fichados los buenos y malos precios, qué unidades son más o menos deseables, hasta qué modificaciones merecerían la pena y cuáles no. Hasta he pedido presupuestos a mi aseguradora (que no da precio, será que «pasan») y en un comparador de seguros.

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Economía, Personal

Toyota Prius

La mayoría de los que leéis este espacio pagáis por lo menos el seguro de un vehículo, ya sea seguro de coche o seguro de moto. Cuando las cuentas domésticas van un poco ajustadas, el mes que llega el recibo suele provocar un quebranto considerable. Eso se puede paliar en parte con el pago fraccionado, la aseguradora cobra un pelín más, pero el palo se reparte mejor.  Desde este año voy a usar un método de ahorro para que todos los meses me duela lo mismo.

En mi caso, estoy pagando dos seguros fraccionados. El del coche A me lo cobran en agosto (175 €), septiembre (168,68 €) y noviembre (168,68 €). El del coche B, con otra compañía, me lo reparte en febrero (182,90 €) y agosto (182,90 €). ¿Qué pasa? Que, si como este año, en agosto voy más justo, me quedo sin dinero para hacer NADA tipo irme de vacaciones. De hecho, este año solo he parado una semana. ¿Cómo evitarlo? Pues con una hucha mensual que aguante las embestidas de los recibos.

He calculado que la suma de todos mis seguros es de casi 878 euros al año, lo que divididos en 12 meses da algo menos de 74 euros. En mi banco principal, ING Direct, tengo una cuenta de ahorro que da un interés de mierda (0,01% TAE), pero que me puede ayudar a apartar ese dinero mes a mes, así cuando vengan los recibos me puedo «fumar un puro». Si cada mes meto 74 euros, la hucha no llegará nunca a 0, como puede verse en este gráfico:

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Personal, Reflexiones

¿Qué tienen en común los glaciares, Greta Thunberg, y los vuelos por ocio?

Hoy puede que hayas visto -o ignorado- una noticia sobre el primer glaciar que se considera oficialmente desaparecido por el calentamiento global. A lo mejor estabas más pendiente del próximo vuelo que vas a coger para una escapada de fin de semana a algún lugar lejano, o no tan lejano. Puede que te suene de algo el rostro de esa niña sueca, repelente para algunos, por su talibanismo que le impide volar en avión, y porque los viernes hace pellas para manifestarse.

Y todo está relacionado.

El cambio climático antropogénico (provocado por el hombre y la mujer) sigue su curso, con o sin tu colaboración. Las emisiones de gases de efecto invernadero sigue sin reducirse, y se dice que 2030 es el punto de no retorno. No está tan lejos 2030. El planeta nos castigará por los excesos de décadas, y llegaremos a sufrirlo los que ya tenemos cierta madurez, pero más aún los jóvenes. Greta Thunberg -la niña repelente- nació en 2003 y se lo va a comer con patatas. Tus hijos también, sobre todo los que aún no han nacido. Te haré un spoiler: la Tierra nos sobrevivirá a todos.

Ni tú, querido lector, ni yo, salvaremos el mundo. Somos demasiado insignificantes para cambiar las cosas. La única manera de cambiar drásticamente las emisiones de carbono es que Trump y Putin hagan un intercambio de misilazos nucleares y manden la civilización a tomar por saco. La película «El día después» (1983) lo ilustró muy bien. Volví a verla el otro día, por cierto, es imprescindible para entender los riesgos de una guerra nuclear aunque no seamos parte de la misma. Lo que sí podemos hacer es reducir la contribución al problema y, tal vez, que se unan otros. Continue Reading

Alcohol, Personal

Sábado por la noche. Hay una fiesta en el pueblo, mucha gente reunida y facilidades para comer y beber en abundancia. Normalmente no bebes, pero ese día te da por tomarte una cantidad mínima de alcohol, esa que no te da miedo porque no vas ni a notarlo. Casi te podrías topar de bruces con la Guardia Civil y alcoholímetro en mano, con el halo sobre tu cabeza y toda la tranquilidad del mundo. Si soplas, apenas saldrán unas centésimas, pero lejos de que te pongan una multa.

Eso me pasó el sábado. Me había tomado un vaso de sidra. Por la tarde había comido como un condenado a muerte cumpliendo su última voluntad, y me había zampado unas croquetas artesanas bien generosas de contenido a la vez que la sidra. Diríase que iba bien llenito, si me ve un ginecólogo me preguntaría qué tal la última ecografía. El coche estaba aparcado cerca del pueblo, a un kilómetro de casa, tras haber estado todo el día fuera. Estaba prácticamente seguro de que habría control de alcoholemia en la última rotonda que separa el trayecto de donde aparqué a mi casa.

Me subí al coche asintomático total, ya había hecho mis cálculos: con todo lo que había comido, que era una cantidad pequeña, que tengo el metabolismo guay (68-70 kg todo el año, haga lo que haga) y apenas habiendo pasado una hora… vamos, que podía toparme con el control de alcoholemia y estar tranquilo. Como mucho saldrían un par de centésimas de miligramos en aire espirado, una tasa compatible con la seguridad y lejos del límite sancionable: 0,25 mg/litro, o 0,5 g/litro de sangre.

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Eléctricos, Personal, Tesla

El Tesla Model 3 Standard seguramente reemplazará a mi Prius

Cuando compré mi Toyota Prius en agosto de 2011 lo hice con visos a que durase mucho tiempo. Cuando lo convertí a GLP en mayo de 2012, me reafirmé en la idea. Ya tenía la máquina de ahorro definitiva (4,28 €/100 km de media en combustible en 120.000 km) y me había de durar el máximo posible. Usaré ese coche literalmente hasta que se caiga a pedazos.

Algún día puede que tenga que reemplazarlo, y pensando a largo plazo, el candidato idóneo parece el Tesla Model 3 Standard, el de los 35.000 dólares (espero que baje de precio en cinco años o más). Me basta con la propulsión trasera, meter otros 5.000 dólares en la tracción total me parece tirar el dinero, con unos buenos neumáticos no echo de menos para nada la versión 4×4. Con 55 kWh en baterías tengo de sobra para casi todas mis necesidades, que a veces hago 250 km sin salir de mi provincia (y rara vez pasa).

Para viajar, siempre podré tirar de los supercargadores de alta potencia, total, ya estoy acostumbrado a hacer una pausa de 15-30 minutos en un viaje de 400 kilómetros o más, y si quiero irme aún más lejos y falla la infraestructura, ya he pensado en el comodín. Me agenciaré un BMW diésel de la Serie 3 (330d , 335d o 340d) Euro 5, que como no los querrá casi nadie tendrán precios de risa, y en viajes largos me dan igual las limitaciones anticontaminación. Prometo mantener todos los sistemas antipolución en el mejor estado, qué duda cabe. Problema de autonomía solventado, y tendré un coche que corre mucho y gasta poco.

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Personal

Las últimas horas han sido muy intensas, desde que el lunes conocí el agravamiento de la salud de mi abuelo y pude despedirme de él, hasta ayer, día en el que se produjo su velatorio. Cuando lancé el tuit anunciando el fallecimiento de Paco Costas, el teléfono no ha parado de sonar entre tuits, mensajes de Whatsapp, correos, mensajes en foros, llamadas… Ahora la batería me dura la mitad que un día normal.

He respondido a los que he podido, pero he leído todos los mensajes. En nombre de la familia, mi profundo agradecimiento por el cariño y el afecto hacia Paco mostrado en cualquier forma de mensaje o pensamiento. Seguramente él diría que no era para tanto, que él era un rostro presentador y que el mérito hay que repartirlo entre muchas personas.

Tampoco yo mismo esperaba que hubiese tanto movimiento mediático por su despedida, pero a veces equivocarse resulta un enorme placer. El tuit ya se ha visto como medio millón de veces, posiblemente tiene tantas interacciones como el resto de mis tuits (todos juntos) desde 2008. He estado pendiente de lo que ha salido en medios de comunicación, ya no solo desde el interés de un familiar, también como periodista.

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Personal

Volkswagen Golf de Autoescuela Guadarrama

Tal día como hoy en 2004, me había levantado a las 5 de la mañana. Me tocaba una clase doble de conducir para repasar la zona de examen (Móstoles, Madrid) antes de la segunda intentona. Me había propuesto sacarme el carné antes de cumplir 21 años, tenía que ser esa vez.

Conmigo iban dos alumnos, un cani/pokero y una chica. Él soñaba con llevar un Hyundai Coupé de su padre y logró que le suspendiesen a 500 metros del centro de exámenes. Es lo que tiene intentar salir delante de un camión sin prioridad (después de dudar durante medio minuto). Tuve al examinador soplando en mi nuca durante unos interminables 45 minutos, tiempo en el que estuve pensando formas creativas de aniquilar al chico y deshacerme del cadáver si suspendía. Pero me lo saqué habiendo dado 30 clases y por casi 1.300 euros.

La chica también aprobó. Unos meses después me enteré de que era la novia de un colega. Nos encontramos en casa de él y fue un clásico «nos hemos visto en alguna parte, ¿verdad?» No me avergüenza haber aprobado a la segunda, había dado 24 clases y me faltó decisión en unas incorporaciones en Carabanchel directamente a la A-5. En esa ocasión había ido conmigo una psicóloga de 33 años que suspendió por enésima vez, llevaba 77 clases y no se pudo hacer con sus nervios. Continue Reading

Personal

Radio URJC

Hace casi tres años me reenganché a la universidad, algo que tenía que haber hecho tiempo atrás, pero no se habían dado las circunstancias más favorables. Gracias a que Weblogs SL me despidió en 2014, recuperé horas en mi vida como para poder quitarme la espinilla de no haber estudiado periodismo. Cuando rellené la solicitud al siguiente verano, marqué la Universidad Rey Juan Carlos como segunda o tercera opción. Me enteré aquel día que había un campus en Fuenlabrada.

En mi primer año tuve a un profesor de esos que despiertan auténtica admiración, aunque en justicia debo decir que fueron más. Ese profesor al que me refiero, identificado como «P.», me dio  lecciones que aún me hacen estarle agradecido, aunque sacase una nota muy lejos respecto a mis expectativas. No le guardo ningún tipo de rencor, sé que no rendí todo lo que podía, y no debo buscar excusas, aunque las tenga.

Hace unas horas, leí una información en El Mundo sobre un profesor que había destapado no solamente lo del Master «Black» de Cristina Cifuentes, también ayudó a caer al miserable rector plagiador. Es el «garganta profunda», y ahora puede que vayan a por él los poderosos. Les va a costar encontrar algo turbio o que echarle en cara. Según leí el artículo, me di cuenta de exactamente quién estaban hablando. Obviamente no voy a decir quién es, lo siento, respeto su derecho al anonimato parcial, aunque en el campus sabemos quién es, y el rector también.

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