Sí, seguramente estás tan cansado como yo del temita de Pablo Rivadulla Duró, más conocido como Pablo Hasél. Se trata de un rapero de n-ésima categoría, que se ha hecho conocido por las barbaridades de sus letras, por su activismo antisistema y por sus formas: violento, machista, intolerante, que justifica la violencia de otros o la desearía… No es famoso por su flow, ni sus métricas, ni su arte.
Señores, esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión. De primeras podríamos decir que la libertad de expresión tiene que ser infinita, hasta que alguien dice que hay que clavar un piolet en la cabeza a tu padre, que pide que alguien vuelva a poner coches bomba, o que pide la pena de muerte para dos niñas (Leonor y Sofía, en 2010) que podrían ser tus primas. La «obra» de este personaje está repleta de perlitas de ese tipo.
Lo tenéis todo en las sentencias, que son públicas, y sí, hay que leerlas. Pablo va a la cárcel por reiterarse en el enaltecimiento del terrorismo, no por injurias a la Corona (que ha implicado solo multa económica), y seguirá añadiendo años por agredir a un periodista y amenazar a un testigo. Tiene pendiente otra causa por un asalto a la Subdelegación del Gobierno de Lérida. Vamos, que todo esto no ha sido «por rapear», al igual que los de «La manada» no fueron a la cárcel «por hacer el amor». Es un delincuente reincidente.